Por regla general —no siempre— antes de escribir un
poema, el poeta es impactado por cualquier fenómeno
exterior y acude a un sujeto lírico —ente de la más
absoluta ficción— y le traslada sus sentimientos. El
poema, entonces, aparte de pertenecer a la ficción,
empleando el lenguaje tropológico, se encuentra
cercano a una nueva realidad.
El cuerpo es presa de dolores invisibles
y en su iniquidad
llega el instante en que nos hace aparecer cual mentirosos
que van regando sus maldades contra el viento
haciendo creer que aman al prójimo cuando en realidad
se burlan de la ingenuidad que sólo atañe
a quienes esperan a la vera del camino
por el milagro de ver surgir la aurora desde la nada.
El cuerpo duele en sus mares más recónditos
acecha cada descuido de los sueños
para guardar el ansia de vivir
y meter en la oscuridad al alma.
El cuerpo es un león que ruge
un halcón cazador de animales ingenuos
un gallo que tres veces canta y nos asusta.
En fin el cuerpo
ese feroz enemigo
nos mata cada día.
Andrés, 9-XI-2023, una cálida madrugada