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Fragmento de la novela CORREOS ÍNTIMOS (Novela impresionista sobre la realidad alternativa)

 

Autores:

Lucy Araújo y Andrés Casanova (escritores cubanos)


 

 

Novela terminada. Este fragmento fue escrito por Andrés Casanova. En ocasiones se encontrarán faltas ortográficas, palabras mal escritas o sin acentuar debidamente, lo que se hace ex profeso para darle credibilidad al texto, tal como sucede con los correos electrónicos reales.

 

 

 

De:     "enrique antonio altuna" <enriqan1959@gmail.com>

Fecha:   Viernes, 22 de Octubre de 2010, 8:45 a.m.

Para:             yailuza@yahoo.es

Asunto: TANTO HEMOS VIVIDO HIRIENDONOS

Mi hermanita del alma, querida amiga:

Tantos sentimientos contradictorios se encontraron dentro de mi cuando recibí este ultimo correo tuyo, que me alegro haber esperado para responderlo. Rabia, odio, celos, deseos de alargar mi mano gruesa y estrangularte con ella, pero a la vez nostalgia, cariño entrañable, deseos de regresar donde ustedes, tantos sueños rotos dentros de mi vida no siempre por culpa mia y de mi carácter agresivo, que decidí esperar para responderte a que se aquietara mi espíritu, a que volviera a ser el yo de antes, cuando todavía teníamos siete años y nos defendíamos el uno al otro de los ataques que solemos hacer contra nuestros coetáneos, casi siempre condiscípulos, porque quizás no sea cierto eso de que los niños sean tan inocentes como pretende hacer creer una secta de la que oí hablar por estos días llamada Del Niño o algo así, que amparándose en ese verso bíblico que nos leía el padre Ambrosio Cervera cuando nos persuadía de que para entrar al Reino de los Cielos había que ser como niños, se permiten incluso ir desnudos o en pañales al templo para demostrar esa inocencia ante Dios. Disgresiones aparte, supe por mediación de un hijo de nuestro tío Facundo, quien hizo un reportaje sobre ellos para la cadena televisiva para la cual trabaja, que incluso llegan a tomar leche en biberon en sus cultos, como una señal de la inocencia que caracteriza a la niñez.

Recuerdo aquella vez que tuvimos que fajarnos a los piñazos con Panchito Malacara y sus hermanos, cuatro o cinco creo que eran, que nos pusimos tu yo espalda contra espalda como dos soldados romanos, cada uno armado de aquellas cuchillas que les decian sevillanas y que nos había comprado el primo Alfonso según el no solo para que sacaramos punta a los lapices, sino tambien para que le sacaramos punta a los que se metieran con nosotros (Alfonso siempre fue un guerrerista, ¿no?). Quizas los Malacara (como les decian a todos ellos, porque uno de doce años ya tenia una cicatriz en la frente de alguna bronca pendenciera) vieron en nuestros ojos la decisión de no dejarnos avasallar, porque se fueron bien tranquilos y jamás nos miraron siquiera. Claro, aquello ya fue cuando estábamos en sexto grado, las fechas se me confunden con tantos trajines que he vivido por estos dias, pero lo que quiero decirte es que si lograramos un dia volver a ser como los soldados romanos, ningun imperio por poderoso que fuese podria estar amenazandonos con sus bloqueos.

Ahora bien, cuando recibi este ultimo correo tuyo estaba demasiado preocupado por lo que tenia que hacer en pocas horas, que me alegro no haberte ripostado con la maldad que se me estaba saliendo al fin y al cabo, porque bien sabes que siempre he sido de una malignidad terrible. Tu me dijiste aquella vez: “Si no fueras un Altuna, serías un asesino”, cuando ya Eugenio se había ido con sus escasas pertenencias en la mochila avejentada que usaba cuando se le echaba de nuestra casa. Fue cuando con aquella golpiza te fracturó el tabique nasal y yo llegue en el instante que te estaba recogiendo del suelo. Tú lo negabas, negabas que él te hubiese golpeado, querías hacerme creer que había sido un resbalón con un agua que no existía en el piso, y cuando integre todo le parti para arriba y si no hubieran llegado en ese instante mamá, Lalita Prince y El Pintor, de veras que hubiese acabado con el. Quizas hubiera sido lo mejor para ti, que hoy sufres tanto con su ausencia como con su presencia.

Pues bien, exactamente el jueves 13 de Octubre  a las 9 de la noche tú enviaste ese mensaje donde tantas feas ofensas desgranas contra mí, que acá por la diferencia horaria eran las tres de la madrugada. Coincidencias del destino, a esa hora sonó de manera tan insistente mi celular, que no tuve otra alternativa que entreabrir los ojos, revolverme en la cama, echarle mano al aparatico y oprimiendo la tecla correspondiente, darme cuenta nada más ni nada menos que se trataba de tio Facundo, quien me explicó que hacía una media hora había llegado su vuelo, estaba en el aeropuerto de Barajas, y para él era la misma que la tuya; acostumbrado al horario de Miami, no se le había ocurrido otra idea que despertarme para charlar un rato, dijo, porque le sobraba tiempo y dinero en la tarjeta magnética para hacerlo. Conoces a tío Facundo, siempre el mismo, parlanchin, estremezclaba las palabras del español con algunos giros del inglés en ese idioma tan cadencioso que le sale con su voz de barítono, un spanglish moderado, diciéndome mai diar, ai haf noticias veri sabrosas para ti, porque te tengo resueltos yur problems, y se extendió en explicaciones. Desde allá, había contactado telefónicamente con dos amigos suyos que estuvieron con el en la Academia de West Point antes de salir para la misión en Vietnam, espero lo recuerdes. Dos españoles que para esa fecha andaban por tierras americanas vaya usted a saber en qué negocios, supongo que sería la época de Franco, cuando la mitad de España permanecia exiliada en América y la otra mitad se insiliaba en la propia Península; claro, aunque los franquistas eran los únicos no exiliados ni insiliados: los que detentan el poder practican la fuerza y hacen de la vida una gran comilona.

Pues bien, uno de estos amigos de tío Facundo es ahora un alto funcionario en Relaciones Exteriores, el otro se encuentra al frente de un importante departamento o algo así en lo que tiene que ver con lo que es en Cuba eso que llamamos “Inmigración”. Entre dale palancas para aquí y mueve influencias por alla, me dijo el tio Facundo, ya te tengo resuelto lo de la residencia en España y con ella, puedes viajar a los Estados Unidos para encontrarte con tu padre.

Después que me lavé la cara, cuando tio colgó su charla en el aeropuerto de Barajas, no quise salir al recibidor del apartamento para no despertar a los demás, aunque creí escuchar algo así como unos crujidos de la cama del matrimonio boliviano que duerme al lado de mi habitación, ella mujer fogosa y de extremidades cortas, que por lo que oí estaba encaramada encima del marido. Pero bien, el caso es que luego de lavarme la cara, porque no podia volver a dormir, se me ocurrio encender mi laptop y de ahí a estar revisando el correo fue lo mismo. Luego de borrar unos cuantos spam que siempre me entran porque estoy conectado a un servidor poco seguro que tiene la ventaja de que me cobra una bagatela por los servicios y acá no creas, todo lo que es ahorro se aprovecha, abrí par de correos de unos conocidos a quienes siempre les contesto con dos lineas, y después el de un escritorcito cubano a quien le prometí un dia enviarle 100 euros para que saliera de su hambre eterna y a los pocos días me arrepentí porque vaya a la mierda, que se joda el pellejo como yo viniéndose de migra para que vea lo que es partirse el lomo en el tajo, y como me escribio (aquí lo tengo) lo siguiente: “LA VIDA, MARCHA A LENTA MARCHA. MUCHAS LLUVIAS, LOS TROPEZONES COTIDIANOS Y EN GENERAL, LA TENSION DE VIVIR EN UNA ALDEA. CREO QUE COMO ES, LOS CUENTOS SE AGOTAN. ME REFUGIO EN LA LECTURA, EN MI FAMILIA”, algo asi quizas según me pareció un mensaje subliminal recordandome los 100 Euros prometidos, enseguida le contesté: “mi herma, ahora mismo estoy en bruselas, te contesto muy rapido desde el ordenador de un amigo, apenes regrese te escribo con calma, un abrazo”, y aunque miré de reojo y vi haber escrito “apenes” en lugar de “apenas” consideré que este tipo no merecía siquiera que yo corrigiera las erratas de las respuestas que de lastima le envío. A continuación abrí el tuyo, tu correo ofensivo, desbordado de bilis maligna, churroso, sucio, enajenado, sin conciencia crítica, falto de amores y esperanzas, destructivo contra tu hermanito que el mismo dia que tu salio del vientre materno que nos mantuvo juntos espalda contra espalda cual dos soldados romanos; sin el aliento de la historia que nos une de manera umbilical por los siglos de los siglos, amén de amenes, como decia el padre Ambrosio Cervera. Pero yo, por las noticias del tio Facundo, tranquilo tranquilo, sin sombra de desesperacion contra ti, eso si, con 100 grados de encabronamiento en la escala Safir Simpson estuve a punto de responderte de la manera que no te merecías, porque se que cuando escribiste tantas miserias estabas fuera de control, como te sucede siempre que te dejas arrastrar por la parte mala de tu conciencia.

Es que, hermanita, me dijo tio Facundo cuando me llamó desde Barajas, que ese dia ya viernes 14 de octubre para mi, a más tardar el sábado en la mañana, deberíamos vernos en Madrid; él estaría hospedado donde siempre que venía acá, me dio las señas exactas de una pension bien recoleta, sabes que a tio no le gusta para nada el bullicio y la parfernalia de los hoteles, y dondequiera que va busca una casa familiar porque es donde se siente a sus anchas, tan hogareño siempre nunca ha resistido siquiera las casas de huéspedes que casi siempre recordarás cuando estuvimos con papa y mama en Paris, huelen a cebolla refrita y a pescado en el horno.

Entonces heme aquí que luego de leer tu mensaje, me pegue tremendo baño, entonces sí sali hasta la cocina del apartamento sin importarme el bullicio que iba a hacer, teniendo en cuenta que el matrimono bolviano había terminado con tu triqui miqui; me prepare un café expreso, corte unas rebanadas de jamon, prepare una tortilla bien cargada con salsa de tomates y platanos maduros que frei previamente, mucho aceite de oliva como a ti te gusta hermanita, porque eso tengo que admitirlo a tu favor: me contagiaste desde niño tus manias sibaritas.

Desayuno con calma, son apenas las 4 de la madrugada, pero en tiempos normales, si todavia hubiera sido un cargador de frutas que ya estaba dejando de serlo, hubiera tenido que salir deprisa para la estacion del Metro porque era el tiempo justo de llegar al Supermercado. Ahora en cambio pensaba como decirle al señor Orejas (es el apellido del gerente del lugar, no pienses mal) que ya no necesitaba más ese trabajo. ¿Decirle por ejemplo: “Señor Guataca, métase el supermeiquet por el culo”? ¿O quizás: “Distinguido señor Orejas, vengo a realizar formal renuncia de mis obligaciones laborales en este distinguido lugar”? ¿Estaba obligado acaso a presentar mi renuncia? Pues claro, porque era la forma de que me liquidaran inmediatamente lo que me adeudaban, suma que cubriria ampliamente este viaje a Madrid, aunque resultaba obvio que tio Facundo correría con los gastos alla, ya me lo había aclarado.

De todo esto, mientras desayunaba, me quedaba aun cierto sabor picante en la garganta: ¿cómo era posible que tú me dijeras en tu mensajes que ibas a recibir a papa en Puerto Sur de los Jazmines, si lo más importante que traía hasta España a tío Facundo era precisamente lo otro que me dijo, que papa me estaba esperando en Miami y teníamos boletos para los dos el domingo 17? O tu me estabas mintiendo de manera alevosa, lo cual me llenaba la vida de espumas amargas contra ti, o bien era otra de tus mentiras para hacerme rabiar como los perros aquellos que tenìa el abuelo Esteban en su finca de Estero Real.


Qué bueno que no prevaleció en mi en esos instantes mi parte maligna, esa que todos tenemos porque como aprendí de El Pastor, el ser humano trae en sus genes al pecador adánico y contra eso, decía el, solo puede Dios. Pues bien, aunque no creo mucho en Dios, prevaleció su fuerza dentro de mi. Triunfo por una vez el bien sobre el mal en mi naturaleza pecadora, como me hubiera dicho El Pastor si le hubiera confiado lo que sentia en esos instantes: deseos de abrazarte, de retornar a nuestra niñez cuando no teniamos maldad en nuestra sangre y nos amabamos como dos hermanos, vencida así la podredumbre de los celos entre tu y yo por la primogenitura y como consecuencia directa de las peleas de nuestros padres que solo sabían herirse.

Despues de arreglar mis asuntos laborales con el señor Orejas de la mejor manera, porque nunca se sabe, siempre hay que dejar una ventana abierta para el regreso aunque sepamos que estamos volteando la hoja para siempre, me fui hasta la estacion de  trenes, tome el primero que salio para Madrid y entre triunfal a la estación de Chamartín justo a la hora que le dije a tio Facundo que iba a llegar, quien puntual como siempre esperó mi llegada y me pego un abrazo tan fuerte con sus brazotes de estibador (nadie viéndolo diría que era quien era, sino un vendimiador del Guadarramas que había venido a Madrid a por putas, como suele decirse), que por poco me saca todo el aire de los pulmones.

Tio es en el buen sentido de la palabra, todo un tránsfuga. El domingo temprano estaba entrando de nuevo conmigo en Barajas, en esta oportunidad yo con todos mis papeles en orden, y ya a las once de la mañana la azafata nos ofrecía caramelos finos, la bolsa plastica para el mareo con el logotipo de Iberia y si deseábamos, podiamos elegir entre champan, cerveza y refresco para comenzar el viaje luego de que despegáramos. Tio y yo elegimos champan para festejar. Yo era su victoria. Luego de mas de cuatro meses de negociaciones con papa y conmigo, habia logrado ponernos de acuerdo: dentro de unas horas, me dijo cuando se estaba ajustando el cinturon como todo un profesional de tanto viajar por el mundo en Iberia, tu padre y tu estaran refundando la vida nueva entre los Altuna. Sabes que tio Facundo siempre ha sido un retórico, asi es que no tomes por machismo esta alusion a la sucesion en el trono, como debes de recordar que se decia en el reino de Sridamarka en aquel libro de aventuras que nos compro papa cuando estabamos por Venecia en las vacaciones memorables del verano del 1984, quizas la ultima que disfrutamos cuando todavia papa y mama formaban un matrimonio estable.

Miami, para qué contarte. Tan parecida a La Habana que a veces me confundía en los primeros momentos, creyendo que tendría que salir corriendo hacia una parada del camello con destino a Párraga, donde últimamente estuvo viviendo el tío Felicio, o bien que debía caminar hacia atrás de la parada con el propósito de ligar un botero (¡ah, ese nombrecito que teníamos para designar a los taxistas clandestinos!) e irme a Marianao cerca de la Liga contra la ceguera para visitar a nuestra amada prima Celine. Bien pronto despertaba a la realidad de un futuro, al desarrollo, a los supermercados abiertos a cualquier hora, a la gente gritándose frases muy cubanas de una esquina a la otra, a los modernos medios de transporte y a la vida cotidiana como sucede en cualquier lugar. ¿Violencia?, seguro me preguntarás, porque gracias a que lo malo es de lo que ahora siempre se habla en Cuba acerca de los Estados Unidos (nuestros eternos enemigos desde que intervinieron en la guerra del 95 contra España para arrebatarles a nuestros mambises un triunfo que era de ellos; aunque deberíamos decir también en honor a la verdad que una gran cantidad de jefes mambises pidieron y aceptaron dicha intervención), te respondería: ví algunos atracos en la vía pública, pero, ¿olvidaste aquella vez cuando estábamos tratando de abordar el camello (o como le decía Marta Elena la prima de Ernestico, el arcabuz rodante) y de pronto sentiste que algo se aflojaba en la cartera que colgaba de tu hombro, pero continuaste tras de mi para alcanzar el último escalón, y una vez arriba del ómnibus cuando ya pudimos ocupar un mínimo espacio de convivencia vital donde pudimos respirar a media, por la necesidad que tuviste de usar una de tus toallitas de secarte el sudor lo comprendiste todo? ¡Qué dolor, la última remesa de papá caída en el vacío! El experto carterista hizo un corte tan sutil en el material de la cartera, extrajo con tanta precisión el monedero donde habíamos puesto los dólares acabados de cobrar en la Western Union, que sólo te quedó como desahogo el grito inusitado de quien pide auxilio en el vacío. Poco a poco, mientras el ómnibus o camello avanzaba a paso tan raquítico como deben de caminar de veras estos cuadrúpedos en el desierto, se fue aclarando la causa de tus alaridos, aunque yo sabía en mi fuero interno que no gritabas por causa de la injusticia en general, sino porque esta vez habías sido tú la perjudicada: mil dólares perdidos en segundos, por la tosudez tuya de ser quien los llevaras, si me hubieras dejado guardarlos en mi portafolios diplomático, ahí hubieran estado a la mano en lugar de aquel maremagno de gentes preguntando, queriendo saber, atormentados unos cuando lo supieron porque traían el dinero a la mano, otros suspiraron porque nada traían, aquellos dos viejitos de alla se miraron divertidos como diciéndose: “Jódanse, burgueses de mierda”, y así cada cual iba manifestando en voz alta o con las  miradas que nos regalaban sus sentimientos hasta que un policía ordenó detener el ómnibus y vino donde nosotros.

–Vamos a ver, ¿qué escándalos son esos?

–Mire, policía, el problema es que a mi hermana un carterista le rajó la cartera, fíjese, parece que con una cuchilla de afeitar, y por ahí le sacó el monedero.

–¿Cuánto traía en el monedero?

Cuando entre hipido moqueado y sollozos desconsolantes dijiste la cifra, el policía abrió los ojos de un tamaño más grande que la luz del semáforo que en aquel mismo momento teníamos en verde y detrás de nosotros el bullicio de los pitos de los restantes carros embotellados amenazaba convertirse en algarabía insufrible, por lo que el policía dijo: “Vamos conmigo a la Tercera Estación”, y ahí perdimos ya el resto del día y de la paciencia.

Por lo tanto hermanita, no deberíamos medir la diferencia entre las ciudades del mundo por el grado de violencia, o por el hambre que se pasa, o por las ropas que se visten o por los millones de personas que circulan por sus calles, sino por el aliento humano que transita por ellas, por las verdades que puedan decirse u ocultarse y por el tiempo que transcurre entre la vida y la muerte. Hoy veo que los seres humanos vivimos más de las guerras y los conflictos que de la vida misma, y eso ensombrece mi mirada. A algunos lugares que llegué por distintos motivos porque desde luego debía pasearme por Miami, cuando decía “soy cubano” y me escuchaban el acento español que se me pegó en el supermercado como a todos los latinoamericanos que debemos de sobrevivir sin que ciertos españoles nos marginen colgándonos el feo sambenito de sudacas, me decían  poco más o menos con diferentes palabras de igual significado, cabrón, eres gallego, porque si fueras cubano te estuvieras muriendo de hambre y lo primero que hicieras era comerte un bisté de vaca, no olvides que los cubanos ya no saben a lo que sabe esa carne. Así por lo menos me dijo una primita de quince años, hija de un hijo de tio Facundo, cuando me recibieron con una cena pantagruélica en la residencia familiar de Tallahassee de donde partimos al día siguiente para la casona de descanso que tienen en Coral Gables, donde me encontré con papá al día siguiente.

Hermanita: si te cuento estos detalles tan minuciosos de mi corto viaje a los Estados Unidos, más específicamente a La Florida, es porque quisiera haberlo hecho en tu compañía, porque hasta los 15 años no hubo sitio importante que no visitarámos juntos. Por lo tanto, no me tomes a mal si a veces me separo de lo que te estoy contando y el recuerdo del pasado se me mete entre ceja y ceja, déjame desahogarme, déjame intentar acercarme a ti y recuperar el parentezco sentimental que nunca debimos de haber perdido por razones de herencias, blasones o de la política misma, pues en ocasiones como recordarás tú has alineado al lado de las voces que favorecían lo que definimos como el proceso revolucucionario, mientras yo alejado estaba del otro lado; en tanto en otras ocasiones era yo el que giraba hacia el lado de lo que consideraba justo, que era injusto que unos tuvieran mucho mientras otros nada tenían, como decían unos billeticos de juguete que se imprimieron una vez durante nuestra niñez por parte del Estado Cubano para darle propaganda a las medidas del sistema social que se estaba implantando, y tú por el contrario enfurruñada te manifestabas contra todas las banderas con un nihilismo enfermizo.

Entonces, déjame ser recurrente y volver una y otra vez a esta especie de terapia del desahogo que es recordar el pasado sin olvidar el presente, para no volvernos a separar o mejor dicho, para volver a unirnos, para que tú puedas llorar en mi hombro como en aquella oportunidad que el profesor de literatura, Segundo Recabarren, el tío de Cundo Núñez, allá en el preuniversitario habanero cuyo nombre quisiera olvidar para siempre y al que fuimos por la resistencia de papá para enviarnos a un Instituto Preuniversitario en el Campo. A falta de escuelas privadas de las que papá tanto hablaba, a que el único pre de la ciudad era para los elegidos por sus elevadas notas escolares, y a la resistencia de papá a que nos formarámos en una ciudad que calificaba de “mierdera” pero de la que nunca quiso mudarse excepto cuando salió hacia el exilio, un día inicial de septiembre partimos en aquella guagua achocosa de la hora nocturna ya nostálgicos porque nos desprendían de nuestro tronco. Una especie de insilio al que nos obligaron los caprichos de papá en el sentido de que “lo que no sea de La Habana es basura” a pesar de que siempre decía, y aun sigue diciendo “que todos los habaneros son unos mierdas porque se creen superiores a los que vivimos en lo que ellos llaman las provincias como si ellos mismos no vivieran en ninguna provincia, o porque somos del interior como si ellos estuvieran en el exterior de la Isla”. Aquel profesor Segundo Recabarren te fue echando maíz, como le decíamos entonces a enamorar a una muchacha, te fue convenciendo con sus frases de poeta de mala entraña, con su voz de actor de baja estofa y su cara de primer galán de novela de la televisión cubana como esas con las que mama todavía debe de permanecer enviciada. Hasta que sucedió una noche lo inevitable y cuando tú despertaste, comprendiste el paso en que habías resbalado, como te dijo abuela Luciana cuando con toda confianza fuimos a consultarla, porque si se lo hubieramos dicho a papa o a mama seguro que la paliza no te la quitaba de encima ni la tía Verónica con toda la autoridad que siempre ha tenido en nuestra casa como verdadera ama de llaves de todas las llaves que abren los candados y llavines de nuestras vidas.

Para mí también el presente es importante, y vivir el presente es una forma que tengo de romper con el mal pasado sin olvidar el buen pasado. Como te he dicho más de una vez, soy un burgués, en las aspiraciones de vida quiero decir. Soy un noble como cualquier Altuna, como tu misma desde luego, aunque esto no quiera decir que no sea un noble burgues revolucionario, porque el concepto revolucionario no es privativo de una determinada ideología; así, yo creo que la vida en este mundo podria mejorar si los políticos en lugar de luchar por el poder lucharan por sus electores. Incluso, si los dictadores en lugar de vivir para eternizarse en el trono del mandato lucharan por la justicia social, serían revolucionarios. Entonces, la razón que tuve para, yéndome de Cuba como emigrado y pudiendo haber contado con dinero ajeno para vivir una vida de potentado (pues tanto me quiere el tio Facundo que varias veces me brindó su plata), no acepté en estos meses convertirme en mantenido, fue reafirmarme como un Altuna: ¿acaso papá mismo no levantó su negocio independiente cuando tuvo edad para ello a pesar de la fortuna de nuestro abuelo? ¿Por qué entonces el me negaba una y otra vez el derecho a un préstamo para levantarme con mis propias fuerzas? Por eso le demostré que aunque tuviera que sobrevivir como un simple proletario, mis espaldas podían cargar cajas de frutas en un supermercado español.

La casa de tío Facundo en Coral Gables es por decirlo de alguna manera cursi, realmente fascinante. Solamente si llegaras hasta su jardín, tendrías para estar soñando durante varias horas la manera en que podrías lograr una residencia como esa. Luego, al entrar en la sala de recepciones, te morirías de envidia por aquellos muebles en los que podría dormirse cómodamente durante veinte horas continuas. Pero bien, no te demoro más el encuentro entre papá y yo y voy al grano con la menor cantidad de disgresiones posibles de las que sea capaz.

Llegó a la casa de Coral Gables en una mañana luminosa, cuando el sol empezaba a tomar ese tinte entre amarillo brillante y rojizo caliente; era cálido el tiempo, muy parecido al de nuestro país, como hacía ya meses que no podía disfrutarlo en España. La mayor parte de la familia participaba de aquel recibimiento que le hacían a un hombre lindando en los sesenta, musculoso, de una estatura muy superior a la de tio Facundo, tanto, que en un instante me lo representé como un futbolista que se está preparando para sus ejercicios cotidianos de levantamiento de pesas. Apretones de manos, abrazos efusivos, hasta aplausos según recuerdo resonaron en la sala de recepciones; solo yo permanecía alejado, estático, como a la espera de que esa especie de rey o de gobernante mayor que acababa de llegar se dignara mirarme. Y me miró, pero desde su distancia presidencial, pues debes saber hermanita querida que papa sigue siendo el mismo ejecutivo de siempre, colocado al frente, impasible, como a la espera de que se le rinda la pleitesía que considera merecer.

Sonrió, no podría decirte si con la intención de rebajar las tensiones acumuladas entre nosotros durante años o porque siempre la sonrisa suya le ha transmitido a toda la familia la certeza de que existimos sobre la tierra.

–Vamos a ver, cacho de cabrón, ¿no vas a darme mi beso como hacías cuando eras chiquito? –me dijo paternal sin bajarse de su distancia y yo no supe si me estaba invitando o exigiendo.

Fui bastante cauteloso en acercármele, casi medí los centímetros que nos separaban mientras me fijaba en sus ojos, con la intención de descubrir detrás de su brillo la malignidad o el intento de deponer sus armas de ataque. Lucía imponente resguardado dentro de su traje de tela cara y corte impecable; la corbata en perfecta combinación con los zapatos, fiel a sus costumbres en el vestir. Nunca olvidaré aquella enseñanza suya acerca de que al hombre lo tratan según se vista, y que a un desnudo jamás nadie lo respeta porque es falso que el jefe es jefe aunque esté en calzoncillos, como tampoco es cierto que el hábito no importa para saber quien es monje. “Un desnudo es más mierda que la mierda”, recuerdo que decía.

Papa, hierático, no dio un solo paso para acercárseme. Aun mantenía el espíritu de emperador, tal como pude advertirlo cuando ya frente a su respiración me rodeó con sus brazos enormes y casi me ahoga del apretón. Después de varios segundo me alejó con fuerza aunque sin violencias, de tal manera que la poca distancia le sirviera para evaluarme desde una perspectiva más adecuada.

–Hijo mío –adiviné lo emocionado que estaba–, quince años sin vernos.

Papá no es más duro que las piedras ni el acero, porque dos lágimas como naranjas se desprendieron lentas de sus ojos y me apretó contra su regazo; en un instante, los dos llorábamos. De pronto, la familia se había esfumado de la sala y estábamos los dos solos, tanto espacio para los dos nos parecía un desperdicio del aire entre nosotros.

–Vamos a la biblioteca –me dijo.

Como yo no conocía la dirección a seguir, papá fue mi guía, ya que los demás era como si no existieran. El saloncito donde entramos era más pequeño, cálido, muy bien decorado. Mientras nos acomodábamos en los sillones, miré a mi alrededor para ambientarme y la cantidad de libros que vi resguardados por vitrinas de cedro me dejaron atónito: no te miento si te aseguro que eran más de lo que pueda tener la Biblioteca de Puerto Sur de los Jazmines; no me preguntes si alguien los lee, no tuve tiempo de comprobarlo, pero sí te puedo asegurar que revisé en varias vitrinas durante otros días de mi estancia allí, y la colección de literatura cubana que pude ver contiene obras de autores que no sabía siquiera que existiesen, y bien sabes que soy un bibliófilo empedernido.

Sí, ya sé, lo que te interesa es que te cuente de nuestro padre y mi encuentro con él.

Sigue siendo el mismo tronco de jiquí de siempre, no ha perdido ni uno de sus dientes y aunque el pelo se le ha vuelto canoso, lo tiene intacto. Pretencioso, el agua de lavanda y el perfume tenue que traía sin empalagar era realmente el exacto para un hombre que como él está acostumbrado a gobernar.

A medida que transcurrían los minutos de silencio entre nosotros, fui reponiendome de mi impresión inicial, porque si sucumbía a su embrujo estaba liquidado. Yo había accedido a venir a un terreno neutral entre nosotros porque ni él aceptó ir a la ciudad española donde estoy radicado ni yo estuve dispuesto a encontrarme con el en Columbus, que según te dije aquella vez por teléfono es la ciudad de Ohio donde fijó su residencia porque según él, deseaba permanecer alejado de la mayor colonia de cubanos existente en los Estados Unidos, no porque los despreciara ni porque le disgustara el clima de La Florida, sino porque desde que decidió su viaje definitivo a los Estados Unidos, siempre quiso vivir en un lugar donde los cubanos no hubieran probado suerte en el negocio de jabones. Quizás un capricho de viejo o una astucia de negociante, no sé realmente.

Logre convencerlo de grabar nuestra conversacion con el propósito de persuadirte de que no te mentía al referírtela, y aquí te la transcribo aunque va también adjunta en un archivo de audio para que no tengas duda de que todo es cierto:

 

PAPA: Bien hijo mio, ya que estamos aquí vamos a ponernos de acuerdo en lo que vamos a hacer en el futuro.

YO: Tú sabes que para eso vine, pero con una condición.

PAPA: ¿Cuál condición?

YO: No renuncio a mi libertad, no quiero más tutela tuya. Acepto eso sí que me ayudes, pero no que me gobiernes.

 

Cuando le dije esto, papa guardó silencio durante un rato que me pareció interminable alejándose meditabundo; trataba de leer en la expresión de su rostro que estaba impenetrable y cuando creí que se había levantado para dejarme por respuesta su retirada, se sirvió burbon, me brindó desde la distancia y trajo su vaso y uno para mí que puso en mis manos.

 

PAPA: Está bien, ya estoy viejo, no quiero que el dinero que he acumulado durante toda mi vida gracias a la previsión que tuve de colocarlo siempre en un banco norteamericano sin sucursal en Cuba, y con sede precisamente en Columbus, se pierda por un tragante del alcantarillado.

 

Sentí curiosidad por esta afirmación suya tan tajante.

 

YO: ¿Y por qué esa previsión de tener tu dinero cubano en un banco norteamericano?

PAPA: Porque conocía la historia de nuestro país y algo me decía que algún día debería triunfar allá el comunismo.

 

Hizo una pausa no muy larga y luego de beber, continuó hablando.

 

PAPA: Pero bien, quiero ponerme de acuerdo contigo, para que influyas en Marina y en Mariluz. Quiero restablecer los lazos familiares.

YO: Con Marina, estoy en contacto ya por correo electrónico, de mamá me separé un día antes de irme de Cuba cuando ya sabía que iba a ser definitivo, luego de una pelea descomunal.

 

Abrió los ojos de una manera exagerada, y las venas del cuello se le hincharon como siempre sucedía cuando se indignaba por alguna malacrianza nuestra.

 

PAPA: ¿Cómo una pelea descomunal? ¿Pero tú estás loco? ¿Por qué fue esa discusión?

YO: Por defenderte a ti.

 

La breve respuesta fue tan demoledora que papá quedo mudo por un gran rato, tanto que creía que había perdido el habla. Se fue reponiendo poco a poco, suspiró como adolorido y vi en sus ojos todo el tiempo acumulado de nuestra ruptura como familia.

 

PAPA: No quiero morirme solo en tierra extraña, aunque no lo creas yo sigo queriendo a tu madre, es de veras la única mujer que he querido. Las demás han sido fuegos artificiales, algunas se han aprovechado de mi dinero como Magalis y Maria Lluvia, pero yo las dejé que se aprovecharan a sabiendas de quienes eran, no podía esperar de ellas más que comercio, un negocio pactado por cierto tiempo más o menos duradero. Pero no era amor, nunca senti verdadero amor por una mujer que no fuera Mariluz.

 

Ahora quien perdió el habla fui yo, nunca que recordara papá había sido un hombre sentimental, y como jamás nos revelaba sus pasiones, llegué a pensar que no las tenía.

 

PAPA: El dinero me ha ayudado a vivir bien, no a resolver mis problemas más terribles, que siguen siendo la falta de caricias sinceras con que he vivido, sin hijos a mi lado para verlos crecer y enfermarse, sanar y seguir creciendo. Es triste cuando llega la tarde y uno siente la soledad, los sirvientes no son una buena compañía aunque sean capaces de elegir por nosotros el traje, los zapatos y hasta las sonrisas. Sé que cometí muchos errores en la vida, el mayor de ellos haberles hecho tan fácil la vida a Marina y a ti, de forma que los acostumbre solo a abrir sus bocas para que les cayera el alimento y nuestros sirvientes les hicieran la digestion. Dinero, dinero, dinero, fue lo único que sobró en nuestras relaciones familiares, viajes por el mundo, comidas abundantes, comodidades.

 

Creí que llegaba el momento de interrumpirlo. Tenía la mirada perdida en el vacío, como la persona que sigue bajando sin llegar jamás al fondo.

 

YO: En mi caso ha sido diferente durante los últimos meses. Te demostré que mis espaldas son capaces de trasladar cajas pesadas, que puedo perfectamente vivir de mis brazos y del sudor que sale de todo el cuerpo, no solo de la frente porque puede sudar la frente sin moverse los brazos.

PAPA: Por eso te deje experimentar la vida del trabajo físico, para que vieras lo que se sufre cuando no se tiene todo lo necesario para vivir. ¿Y Marina?

 

Hermanita, no quise responderle su pregunta que quizás no iba dirigida a mi realmente, aunque podia ser perfectamente una provocacion para que yo me desbocara contra ti. ¿Y si papa realmente lo que buscaba era una pelea entre nosotros, como decían María Lluvia y Lalita Prince? Me mordí la lengua hasta sentir el sabor de la sangre por toda la boca y viendo que yo no iba a responder, el mismo se encargo de hacerlo.

 

PAPA: Magalis estuvo en Cuba hace poco y me llamó al regreso, ya sabes, Magalis es una de las tantas cazadoras de fortunas que tenemos en nuestro país. Los cazafortunas no tienen gracia ni suerte para hacer dinero por si mismos, pero si mucho arte para sacarselo a quienes lo tienen porque nacieron para tenerlo. Me llamó varias veces y me dejaba mensaje tras mensaje, hasta que para quitarmela de arriba decidi atenderla al menos por telefono, porque te juro que jamas he vuelto a acostarme con ella desde aquella pelea que tuvimos tu madre y yo cuando algun desgraciado de manera anonima la llamo para decirle que estabamos en el hotel Las Delicias. Ya sabes lo que pienso de esas llamadas anónimas, se trata de gente que sin valor para hablar de frente, se contentan con envolver su baja catadura con verdades que no las dañan pero sí a otros. En fin, que es verdad, Magalis y yo nos acostábamos cada vez que le pagaba, pero de ahí a que pensaba casarme con aquella como anda diciendo a todos nuestros conocidos, es mentira, ni loco que estuviera.

YO: He oido decir que estás con ella aquí.

 

Cuando lo dije, me arrepenti. Como un viento indomable, papa lanzo el vaso  contra la pared y volvio a ponerse de pie tan violento que pense iba a golpearme. Pero no estaba indignado contra mi.

 

PAPA: ¡Calumnias de Magalis, y ya le dije que si seguia envenando a Marina con esas mentiras iba a pesarle! ¡Ella sabe que conmigo no puede andar jugando, porque le puede costar caro!

 

Tuve que esperar bastante para que papa se calmara y cuando ya estuvo sereno, volvio a adoptar el aire dulce de siempre.

 

PAPA: La otra desgraciada es María Lluvia, a la que saqué de un basurero poniéndola en un puesto de importancia en mi fábrica, pagándole más de lo que se ganaba, ¿y qué hizo? Envenenarles la vida a ustedes, a ti y a Marina, haciéndoles creer aquello del odio de tu madre contra ti y del desprecio que yo sentía por Marina. Es como si la gente miserable que traje del fanguero para que vivieran de mí, a medida que ascendian se les reventara por dentro la bolsa de las traiciones. Decia papa algo que si no pensaras mal de mi, si no creyeras que soy un reaccionario porque ahora me he enterado que te consideras revolucionario, te lo decia.

YO: Dila, no voy a ofenderme.

 

Nos miramos sonrientes, como los dos amigos que siempre fuimos.

 

PAPA: Mejor no lo digo, porque estás grabando y los que oigan esta conversacion pueden juzgarme por lo que no pienso.

YO: Dilo, esta conversacion solo va a oirla Marina.

PAPA: No estés tan seguro, además, mi deseo sería que tambien la escuchara tu madre.

YO: Ella dice que no te perdonará ni el dia que te mueras.

PAPA: No importa, pero si tuviera que morirme para que ella me perdonara, lo haria gustoso con tal de verla reconciliada conmigo.

YO: Hemos hablado bastante de temas familiares en general, te conozco lo suficiente como para saber lo que necesitas de mi. Yo tambien quiero rehacer mi vida, he conocido a una mujer hace bien poco alla en España que me parece va a llenar el vacio sentimental con que me he movido hasta ahora de una mujer a otra.

PAPA: ¿Una española?

YO: Puertorriqueña.

PAPA: Seguro que es linda, porque si fuera fea ni la hubieras mirado.

YO: Mas hermosa que Estela.

PAPA: Está bien, me parece muy bueno que asientes la cabeza, ojalá pudiera decirme un dia lo mismo Marina, ojala me diga que ya se canso de Eugenio y que encontro a un hombre de verdad.

YO: Sabes que jamas he mandado en los demas, como tu quisiste hacer con nosotros.

PAPA: No empecemos la discusion eterna, ¿quieres? Creo que ya me ibas a hablar de tus intenciones con este encuentro.

YO: Las intenciones ya se cumplieron. Somos el hijo y el padre que nunca debiamos haber dejado de ser, por tu culpa y por la mia.

PAPA: De acuerdo, ya está arreglado todo, porque los grandes problemas familiares se resuelven simplemente con un abrazo como el que nos dimos hace un rato. Ahora, dime en qué puedo ayudarte.


Aquí corto la transcripción de lo grabado por mí, como también he hecho en el archivo de sonido que te adjunto. Claro está que puedes no creerme lo que te diga de ahora en adelante porque falta la prueba sonora, tú que con tu mentalidad científica vives siempre diciendo aquello de “debes concederme el beneficio de la duda”; quizás por eso nunca has llegado a ser una escritora como siempre has deseado. Ahora bien, me era necesario por una parte añadir acotaciones pues un diálogo frío no suele decirle nada a quien lo lee, de ser así convertirse en escritor resultaría tarea facil: bastaria con irse con una grabadora a cualquier mercado, a un parque, a un recital de poesía, a la inauguración de una exposición de pintura, y alli hacer funcionar el equipo. Por otra parte, sigue habiendo secretos de hombres entre papá y yo que tú no puedes saber: unos, porque dañarías su imagen por ese afán innato de las mujeres de demostrar que saben algo íntimo de las personas, eso que algunos llaman “chismes” pero que yo denomino “manía de lenguetear”; otros secretos solo los mantendré un tiempo, el imprescindible para que los planes elaborados por él y yo puedan hacerse realidad porque los obstáculos saltan donde menos lo imagina uno a pesar de que se haya pensado en todos los detalles.

Olvidaba haberte dicho algo bien importante sobre Mari Cristin, la puertorriqueña. Antes de salir con destino a Miami, pude hablar con ella muy brevemente, aunque le dije a qué venía. Fue a despedirme a la estación de trenes y si tú supieras, su cara se me hizo algo conocida, así como un recuerdo vago, tonterías que a uno le llegan a la mente cuando está emocionado, y yo lo estaba porque ella, antes de abordar el tren, se pegó contra mi cuerpo y me confesó que luego de todas estas horas de conversación que habíamos tenido (después del domingo, la vi dos veces más; no solo cenamos), quería conocerme mejor y me agradecía que le hubiera dicho toda la verdad, que no era ningún abogado y estaba trabajando en un supermercado, que no lo hacía en el fondo por necesidad económica sino por actitud novelesca, para reafirmarme como ser humano independiente de la figura paterna dominante, algo así como el famoso dicho literario de matar al padre. Se sentía sola, me confió; muertos los padres, sin un hermano a quien acudir en busca de afectos, le parecía que yo era una especie de humedad en el sequedal que se había convertido el mundo para ella. Quiero pensar en ella, me envia mensajes por el celular a cada rato y yo se los respondo, si no fueran tan íntimos y tan de confianza, te los reenviaba para que veas. ¿Será verdad que existe el amor a primera vista? Hubo eso sí una actitud en ella que por unos instantes tuve que descartar, pues lo achaco a que mis emociones en estos días han estado demasiado alteradas, y puedo estar viendo fantasmas donde no los hay. Me refiero a una pose parecida a la de alguien que conozco y ahora no puedo recordar de quien, pero una pose realmente llamativa. Cuando el tren en que me iba a Madrid se ponía en marcha, Mari Cristin permanecía en el andén reconcentrada, mirando quizás cómo nos íbamos alejando fracciones de segundos de manera imperceptible; en lugar de decirme adiós con una mano como siempre es habitual en estos casos, permanecía de pie casi rígida, con los brazos hacia atrás al nivel de la cintura. Y recordé esa pose de ella en otras oportunidades; incluso, ese día de mi partida en horas tempranas cuando la llamé por el celular y quedamos de vernos en una zona de la rambla, quise sorprenderla tapándole los ojos como hacíamos de niños, para lo que llegué por la espalda en un sentido que ella no me esperaba. Cuando miré sus manos, las tenía entrelazadas atrás una encima de la otra, el cuerpo no tan rígido pero tampoco totalmente relajado, como si estuviera obligada a permanecer en esa posición siempre. Me llama la atención porque cuando coloqué mis manos de tal manera que tapaba sus ojos, su primera reacción fue brusca a pesar de que de inmediato reconoció mi reloj, la sortija con la piedra de amatista y el anillo con las incristaciones de topacio que siempre traigo. Cuando se volteó creí verla asustada, solo fracciones de segundos pero de inmediato recobró la compostura y nos pusimos de acuerdo. Olvida todas estas tonterías que ya no voy a borrar porque las he escrito.

Sobre papá y yo: nos pusimos de acuerdo. Su única condición para seguir adelante fue que yo aceptara el préstamo de un capital a fondo perdido con solo un uno por ciento de interés que fue lo máximo que logré pues al principio yo pretendía devolverle lo suyo con un veinte por ciento por encima, que era ya de por sí algo bien alejado de lo que me hubiese cobrado cualquier otro. Con ese capital pienso fundar una empresa a mi manera, aun en contra de su voluntad pero logré imponerme. “Salchichas, chorizos, juguetes, orinales: monta una fábrica de cualquiera de esas cosas útiles y vendibles o de otra que se ocurra, ¿pero de eso?”, se asombró cuando le expliqué en qué pensaba invertir el dinero que me prestaría. Estuvimos discutiendo largamente, pues según él estábamos en una época bien pragmática, en la que aquello que no fuese utilitario corría el riesgo de quedarse en los estantes a menos que una buena campaña de marketing convenciera a los clientes potenciales que comprar les traería un beneficio inmediato.

Yo, empecinado, no trancé en este punto y él, resignado  como buen padre, estuvo de acuerdo. No le importaba que su dinero se perdiera, me aclaró, porque en definitiva la suma que iba a prestarme como él acostumbra a decir es menos de lo que se gasta en la comida para los perros que cuidan su residencia en Columbus. A lo que se refería era a mi costumbre de embarcarme en aventuras, en ejecutar acciones poco prácticas, y a creer que el mundo podía cambiarse con los buenos deseos.

Si  no te digo todavía en qué voy a emplear el dinero prestado por papá, es porque primero quiero consultar con Mari Cristin alguna ideas que luego ya te contaré en detalles, y entonces verás lo contenta que vas a ponerte pues hasta tú saldrás beneficiada.

Sobre papa y tú, quiero decirte algo bien hermoso. Se le llenaron los ojos de nostalgia cuando me estuvo hablando de ti casi en la despedida. Dice que irá a Cuba a encontrarse contigo, me pidió que intercediera para que ese encuentro fuera tan fructífero como el que acabábamos de tener él y yo. Cuando le explique todo lo que estas haciendo para vivir por encima del nivel en que lo hacen los cubanos, lo de la compra de la casa vecina, las exposiciones y las tertulias en la casa, las intenciones de preparar doce habitaciones para rentarles a extranjeros cuando vayan a las playas de Puerto Sur de los Jazmines, casi se le paraliza el corazon. Me dijo: “Pero ven acá, ¿esa niña no sabe en el país que está viviendo?” Yo, realmente, no sé a qué se refería, pues he leído por estos días en internet (tú que dices que no lo hago, ¿te das cuenta?) que en Cuba se está remodelando la economía y una de las cuestiones que se está abriendo a la mentalidad de los cubanos es las pequeñas empresas sobre todo cooperativas familiares y de vecinos, una forma bien suave de retornar a la posesión privada de los medios productivos según leí, porque se ha comprendido que es una de las vías para liberar las fuerzas productivas sin alterar la propiedad estatal sobre los principales medios de producción. Cuando se lo comenté a papá me respondió airado: “Ay Tonito, no seas tonto, ¿no recuerdas cuántas veces el gobierno cubano le ha dado para alante y para atrás a la palanca? Aterriza, hijo mío, que si fuera verdad eso que a Marina le dan permiso para que monte una casa de renta que le va a hacer competencia a los hoteles de Puerto del Sur, apenas vean que prospera y está en condiciones de duplicar la capacidad de hospedaje, empiezan a investigarla por enriquecimiento ilícito. ¿O ya se te olvidó lo que hicieron con tu primo Alfonso cuando montó aquella especie de imprenta en los altos de su casa con equipamiento comprado legalmente, a la que iban a encuadernar sus tesis de candidatura incluso algunos directores de empresas estatales, y luego resultó que todo se lo quitaron?” De veras, Marina, piensa en este criterio de papá por si te sirve de algo, aunque yo como estoy fuera del país no tengo elementos de juicio para opinar.

Lo que me interesa decirte: no desaires a papa.

Hermanita mía: ya este correo se va haciendo tan interminable que debo irlo cortando, pero no quiero hacerlo sin hacerte la corrección de algunas afirmaciones imprecisas (fíjate que no he dicho: mentiras) que haces en tu último correo, en ese que me pides que no continúe escribiendote. En primer lugar, tal peticion me resulta absurda. Si lo hiciera, se rompería el hilo conductor de nuestras vidas, y una vida trunca puede ser un buen accidente pero jamás una mala solución siquiera. El ser humano está diseñado para sobrevivir, y para sobrevivir en medio de la lucha, o la prueba como me decía El Pastor cuando ocurrió aquello que tú llamas más o menos como la época que me metí a hippie. Fue así: yo andaba de paseo por La Rampa habanera, tranquilo, con un pulóver de los que nos mandaba papa a cada rato que decía en letras bien grandes UNITED STATE OF AMERICA y un tipo mal encarado, de mirada obtusa y bilis en los ojos me dijo: “Oye tú, grandote, móntate en esa Leyland si no quieres que te entre a golpes”. Así, con esa sinceridad me lo dijo, a pesar de que yo andaba correctamente pelado, pues en el preuniversitario donde estudiábamos ya nos lo habían advertido, que se iba a hacer una recogida de bitongos, personas desafectas y virados contra el gobierno, para mandarlos a unas unidades de trabajo rehabilitadoras, para convertirlos en personas útiles a la sociedad, igual que habían hecho una vez en la entonces Unión Soviética en la Siberia. Yo, ingenuo, salí a la calle para ver, porque siempre he sido curioso para tales fenómenos. De pronto, me veo empujado por dos brazos porque no me creí las palabras ofensivas, cómo iba a creerlas si yo no clasificaba en ninguna de esas categorías. Cuando protesté, enseñando el carné de estudiante, me dijo el tipo mal encarado: “No te hagas el revoliquero y sube, que ese cartelito en ingles segurito que lo que dice es algo contra el gobierno”.

No pude evitar una sonrisa y una expresion de burla, lo que fue mi desgracia. Creo que dije en medio de una risotada algo así como: “Mire, lo que usted debería hacer es pasar un curso de ingles”. En mala hora dije aquello. El tipo, mas mal encarado todavía, indignadísimo, me dijo contrarrevolucionario, quién me creía que yo era para mandarlo a estudiar inglés, ruso era lo que estaba estudiando, porque el idioma del imperialismo yanqui había que desterrarlo de este país, que ya bastante teniamos con que nos querían joder la vida para ahora venir a hablarle su idioma estropajoso. “¡Arrea y encaramáte en la guagua, antes que te desfleque con este palo”, me dijo enseñando el bastón que era de goma en realidad y no tuve otra alternativa que subir, porque otros dos llegaron preguntando que si había problemas y como les descubrí los malos deseos me dije resignado que ya tendría oportunidad de encontrarme con personas.

Durante unas horas, estuve encerrado en una especie de estadium o cancha deportiva, he olvidado con los años algunos detalles porque si viviera recordando aquello, mi corazón ya hubiera explotado. Prefiero no calificar lo que bulle dentro de mi memoria desde que lei tus ofensas y he tenido que recurrir a algo que aunque no conozco muy bien su eficacia, aunque no creo tanto en ello, aunque jamás lo había utilizado, lo hice porque recordé el consejo de El Pastor en aquella oportunidad cuando coincidimos en aquel lugar que poco a poco se fue llenando de gente lamentable, aunque había muchos que no estuvieron dispuestos a rendirse como él y que por el contrario, les daban aliento a los demás. El Pastor me dijo cuando vio la mirada mia perdida en el vacío: “Voy a orar por ti, para que cada vez que te ofendan, cada vez que te vejen, pienses no en mi, sino en Dios, y le dirijas con tus palabras una oración bien sencilla pero bien eficaz, porque aquello que nace de nuestro corazon limpio de culpas es lo único que vence a la maldad humana”.

El Pastor aquella vez oró por mi mientras yo mantenía mis ojos cerrados, como él me sugirió. Al cabo de las cuatro horas más o menos, me llamaron a una oficina por mi nombre, revisaron mis documentos, llamaron por teléfono a algunos lugares y me dejaron libre, pidiéndome disculpas por el error cometido y por cualquier incomodidad que me hubieran causado. ¿No es acaso una prueba de que esta vez ante tus ofensas malignas debía recordar el consejo de El Pastor? Jamás he vuelto a verlo luego de haberlo conocido, pero tampoco olvidé sus consejos.

De esa ocasión que llamas mi etapa de hippie, fue mi encuentro con ese al que llamas La Pájara Pinta y que es hoy ni mas ni menos que un especialista en medicina muy famoso que trabajando en un hospital cubano ha salvado unas cuantas vidas traumatizadas en accidentes que quizas eran evitables, pero que ocurrieron. Vayamos al pasado para recordarte por qué él y yo conversábamos con frecuencia en el Parque Central habanero de literatura, pues allí nos encontrábamos por pura coincidencia cuando íbamos tú y yo desde la casa de huéspedes hasta el preuniversitario. Lo llamaron aquella vez de nuestra detención junto conmigo a la oficina donde me entrevistaron y él entró primero al pequeño local donde transcurrían las entrevistas, pero las paredes eran tan delgadas que pude escuchar con exactitud aquel diálogo entre un hombre de carácter bien fuerte, casi amenazador, y ese individuo que no se llama La Pájara Pinta sino Juan Ridaveneira, ¿ya olvidaste que años después atendió una dolencia tuya que te traía acomplejada porque pensabas que perderías un seno?

Vale la pena que yo haga un esfuerzo de la memoria, porque la conversación entre el que llamo el hombre fuerte porque nunca supe su nombre y Juan no la grabé como la que sostuve con nuestro padre, y te reproduzca lo más textualmente posible lo que escuché sin la alternativa de taponarme los oídos.

 

HOMBRE FUERTE: (severo) Así que usted es homosexual, ¿es así?

JUAN: (afectado pero firme) No soy homosexual, aunque usted crea que los soy.

HOMBRE FUERTE: ¿Ah no? ¿Y entonces por qué hablas amariconado?

JUAN: Puede ser que usted me considere homosexual porque soy amanerado por culpa de mis tias que fueron las que me criaron y a veces me vestian como una niña porque eran solteronas y hubieran querido tener una hija.

HOMBRE FUERTE: Pero tu no eres maricon.

JUAN: No soy homosexual, pero si fuera no lo negaria.

HOMBRE FUERTE: ¿Ah no? ¿Entonces te gusta andar con los maricones?

JUAN: Ando siempre solo, porque aprendi en la vida que el que solo la hace solo la paga. Pero ahora yo quiero hacerle una pregunta: ¿ustedes me metieron preso porque sospechan que soy homosexual?

HOMBRE FUERTE: (violento) Fíjate bien, renacuajo, ¡aquí quien hace las preguntas soy yo! ¿Me entendiste?

JUAN: Lo que entiendo es que usted se comporta como una fiera…

HOMBRE FUERTE: (interrumpe) Un fiera, que no soy maricon.

JUAN:  (sigue sobre palabras) …y por eso se toma la libertad de creer que voy a temblar, pues sepa que no le tengo miedo porque  aunque me meta en un calabozo hediondo y lleno de cucarachas, o aunque me asesine incluso, algun dia se restablecerá la justicia.

HOMBRE FUERTE: (burlón finge amaneramiento) ¡Ay tú pero si el gansito es un abogado de manigua! (transicion para violento) ¡Acaba de largarte, que no te quiero más en mi vista!

JUAN:  (exige) Déme un papel, para justificar mi ausencia de hoy en mi escuela.

HOMBRE FUERTE: ¡Que te pierdas te digo, antes que la mano se me vire para donde tu estás! ¡Lo mejor que tú harías es meterte a maricon si no lo eres, o irte para los Estados Unidos!

 

De más está decir que aquel al que tú llamas ahora La Pájara Pinta, demostró su valor no dejandose amargar la vida por aquel bruto, porque siguio en el pais  y no es maricón. Pero con esto no estoy defendiendo posiciones homofóbicas, sino que Juan Ridaveneira defendió su derecho a ser y estar frente a la fuerza bruta, a ser amanerado sin ser homosexual, a casarse y tener tres hijos como los tiene, y a curarse del amaneramiento indeseado por él y a no irse de este país como quería el bruto.

Después que Juan salió, me correspondió el turno. El que vengo llamando “hombre fuerte” a falta de un nombre real para designarlo, leyó un papel, una especie de informe, lo repasó varias veces, dijo mi nombre o más bien lo masculló, deletreó de manera incorrecta el lugar donde yo estudiaba y de inmediato hizo una pelota con el papel, lanzándola hacia el suelo en un vuelo parabólico que llevó mi mirada hacia la trayectoria y en un punto, nuestros ojos se encontraron en línea recta.

 

–¿Qué te dijo Gómez?

–¿Quién?

–No te hagas el comemierda, el bizco ese que te trajo detenido hasta aquí.

–Ah, el bizco.

–Tú no puedes decirle el bizco, yo sí, ¿me entendiste? Para ti es Gómez y vas en coche.

–Pues Gómez me dijo que este cartelito del pulover dice algo contra la Revolución.

–¿Y no lo dice?

–No.

–¿Y qué quiere decir eso que está escrito ahí?

–Estados Unidos de América.

–Te salvas porque eres estudiante, porque si no por traer ese cartelito te iba a meter en una granja de rehabilitacion por lo menos seis meses para que aprendas que somos revolucionarios palante y palante, y al que no le guste que tome purgante. Y aquí nada de cartelitos en ingles, ni de oir canciones americanas de esas que ni se sabe lo que dicen, ¿me oiste?

–Lo oi, no soy sordo.

–Dejate de graciecitas que te puede costar caro. Así es que ahora lárgate, antes que me arrepienta.

 

En la parada con destino a la casa de huéspedes, me encontré con el que desde ese momento fue para mi Juan Ridaveneira y nunca La Pajara Pinta, al que admiré porque si bien a mi con mi tamaño me había temblado la voz cuando le respondí las preguntas al hombre fuerte, Juan fue firme en todo momento y no se dejo amedrentar. Un rato después, llegó a la parada El Pastor y lo vi partir con Rivadeneira en la misma guagua.

No vivo de las rabias contra nada ni nadie, te equivocas, tengo mi corazón tan limpio de esa maldad no porque sea bueno, nadie es bueno sobre esta tierra, vivo limpio de rabias porque he aprendido que ese sentimiento a quien daña es a quien lo lleva dentro, no al objeto del mismo. Si tu alimentas tu rabia contra las maldades humanas que te han hecho, si tú mantienes la braveza y no me respondes más, ¿cuál de los dos sera el rabioso? ¿Acaso no te estoy escribiendo con amor de hermanos a pesar de todas las ofensas que me has dedicado en tu último correo?

Creo que me mecionaste a Andrés Casanova, mejor no hablemos de él, porque en cada concurso que enviaba mis obras, ahí estaba el de jurado y siempre dijo que mis cuentos no tenian un desarrollo coherente, que su nivel de lenguaje poetico estaba fuera de contexto y que los personajes se fracturaban a cada instante, así mismo dijo aquella vez que hicimos un taller en el Laboratorio Tiflológico y estaban ahí según recuerdo Xiomara Maura, Ramiro Duarte, Lucy Araujo y Casanova. Me acuerdo que Xiomara defendió mis cuentos, mientras que Ramiro secundo las palabras de Casanova. Lucy no dijo nada, siempre he sentido un gran respeto por ella porque luego de aquella discusion cuando estábamos merendando me puso una mano en el hombro y con todo respeto, alentadora, me dijo: “Usted siga estudiando la técnica narrativa pero no deje de escribir, porque tiene madera de escritor y si se rinde le va a pesar. Lo que le falta es aprender a distinguir entre historia y trama, como dijo Andrés Casaniva aunque él se lo haya dicho para ofenderlo porque él es una mala persona. Si usted quiere, me da su direccion postal que le voy a mandar una conferencia del crítico argentino Celio Sturino donde se aclaran muy bien una serie de conceptos narratologicos que necesita dominar para llevarlos a la práctica”. De más está decirte que en menos de un mes ya tenia la conferencia en mis manos, que por cierto apenas pude terminar de leer porque se me extravio de donde la tenia junto con unos libros en mi habitacion. ¿Tú tienes idea de quien puede habermela robado, si no tú que eras la única que tenía una copia de la llave de aquella vitrina de cedro donde guardaba mi literatura personal?

No te permito que a Mari Cristin la llames “la putica de Bayamon”. Te exijo respeto para ella, pues si quieres saberlo te lo digo de manera bien clara: por primera vez en la vida prevalece el amor en mí hacia una mujer, por encima del deseo sexual. Otro aspecto del asunto es que yo no fui quien te llamo lesbiana reprimida o algo así, según recuerdo, en el correo anterior. Te relate, de manera incorrecta en el sentido de que no debí hacerlo, de que no debí ser tan ingenuo y habertelo ocultado por el bien de Mari Cristin, la forma en que ella se había referido a ti, como si te conociera, como si te odiara. Yo no tengo sobre ti otra idea en ese aspecto que el hecho de que le soportas a Eugenio los abusos contra tu dignidad humana, lo que te rebaja como ser humano.

¡No pierdes la costumbre de fastidiar a los demás! ¡Sabes bien que a abuelo Esteban le molestaba que le dijeran el segundo nombre, Justino, y tú te aprovechas de que está muerto para hacerlo! Bien sabes que vivo no se lo podíamos decir porque se quitaba el cinto y a nalga pelada nos hacía repetir veinte veces aquello de: “Mi abuelo se llama Esteban porque Justino es el caballo en el que se monta”. Pero… ¿abuelo Esteban llevando un diario? De veras que alucinas, o te hace daño el clima del trópico, jamás a abuelo Esteban le dio por escribir, era casi un bruto, firmaba me acuerdo bien con las huellas digitales y otras veces lo que hacía era una cruz.

Antes de terminar quiero contarte algo sobre el único paseo que hice por Coral Gables, porque realmente no fui a los Estados Unidos a pasear sino a negociar con papa, quien me dio una enseñanza que considero oportuno compartirla contigo, pues aunque no tienes hijos es válido lo que me dijo para nuestra lucha con las generaciones que estan detrás de la nuestra, tu un dia tendras esa lucha te lo aseguro, como escritora: nuestros hijos no nos conoceran jamas como nosotros los conocimos a ellos, que fue desde el momento del nacimiento, para las madres incluso antes, pues empezo desde el mismo dia que el feto empezo a movérsele dentro de sus entrañas. Los vimos crecer gota a gota, con sus grandezas y virtudes que a menos que cerremos los ojos como el avestruz y como los practicantes de la doble moral, sabemos con exactitud de cuanto son capaces de saltar en la competencia del mundo. Ellos en cambio solo nos conocen desde que empiezan a razonar, de ahí hacia atrás ignoran nuestras flaquezas, solo nos admiran por el tamaño que les llevamos, somos unos gigantes hasta que una mañana despiertan y nos ven envejecidos, agotados, con la mirada gris del que ha vivido las miserias del mundo y suelen llegar a odiarnos porque ya somos debiles. Es el momento que como nos decia Guillermo Vidal, se empieza a matar al padre, lo que es valido para la madre tambien.

Pues bien, aquí en mi desorden habia olvidado contarte mi paseo por Coral Gables. Te mandé ayer mismo por DHL más de cien fotos que tomé de este paseo, pero ten en cuenta que las imágenes grabadas por una cámara no se parecen a la vida real, son instanteneas frias, sin aliento vital. El mismo equipo fotografico con sus filtros y otros sistemas para modificar la luz nos presenta el mundo retratado con un brillo inusitado, casi turístico. No te dejes engañar nunca por las fotos, que no dicen tanto como nos puede enseñar el paisaje recreado por un pintor en un cuadro.

Entonces, ya que las imágenes que te llegaran no necesitan de otra explicación, te contaré que Coral Gables es un sitio turístico por excelencia, como decir un municipio del condado de Miami-Dade que está al suroeste y en él casi todos los que viven son de la clase alta, asi es que ya te imaginarás cómo debe ser la casa de tio Facundo. Te digo también que mas o menos la  mitad de las familias que viven en ese municipio son de origen hispano, lo que te habla de cómo ha prosperado mucha gente que al menos alla en Cuba eran arrastrachancletas, porque por ejemplo me llevaron a la residencia del hijo mayor de Gaspar Velozo, ¿te acuerdas? y parece un palacio burgues.

Aunque en Coral hay muchos lugares donde ir, como la piscina del Biltmore Hotel, el mismo Hotel Biltmore, la Piscina Veneciana y cientos de lugares más, después que lei unos folletos que me dieron nuestros primos les dije que me llevaran al centro comercial de Merrick Park, sin saber por qué, quizas por esa noveleria de los cubanos de ver donde venden, donde hay de todo; quizas porque tan acostumbrados a que en Cuba no haya mercados verdaderos, nos llaman la atencion todos los mercados del mundo y vaya a saber si hasta yo mismo elegi el oficio proletario de cargar frutas en un supermercado como una muestra de nuestra falencia: de tanto no ver frutas en nuestro pais, al menos en España querría cargarlas en hombros para decirme que ya estaba donde habia de todo, sin darme cuenta que me faltaba lo esencial: la familia.

Sin embargo, no pude sustraerme a la mania de todo escritor o el que aspiró a serlo en el pasado en mi caso, y como en el supermercado no vi mas que mercancias, todo lo que se pueda imaginar que una persona necesita o no necesita para vivir, todo lo que un cubano no pueda imaginar que existe, bien pronto me aburri de aquel sitio y pedi que me llevaran a la Biblioteca de Coral Gables. Y allí, ¿a que no te imaginas con quien me encontré?

Pues te lo cuento en detalles, porque me lleno de orgullo nacionalista ver que a un cubano, es decir una cubana, le estaban brindando en ese lugar tan selecto una semana de homenaje en que sus libros eran destacados en las vitrinas, y donde en horas de la mañana y de la tarde ella ofrecía sendos recitales en los que según pude saber con algunos lectores de origen cubano que vi por alli, se juntaban no menos de setenta personas para escuchar sus narraciones. Pues claro que te hablo de esa escritora que tanto tu admiras, Lucy Araújo. Les dije a mis primos que allí me quedaba, prefería perderme el viaje a Key Biscayne que me ofrecían a cambio de escuchar a la escritora cubana que daba esa tarde el último de sus recitales en Coral Gables.

Gran conversadora, dijo que no negaba haber nacido en un poblado inexistente en los mapas como quien dice, y aunque había ganado algunos premios, lo que más le alegraba era el reconocimiento de su pueblo, de la gente sencilla que camina las calles a veces sin saber que existen otros lugares o ignorando que por ejemplo hoy en día no es parte de la ciencia ficción hablar con alguien que está alejado de uno más de diez mil kilómetros e incluso verle el rostro con ayuda de una webcam. Era de la gente humilde sobre quienes escribía y para quienes lo hacía, dijo, porque la detenían en cualquier lugar para preguntarle cómo hacía esto o aquello en sus novelas, de qué color tenía los ojos el personaje suyo llamado Gida y en una oportunidad una señora de avanzada edad le aseguró haber conocido a Margot Medina, la  directora de la escuela donde estudiaban Juan José Pulido y Karina, en un viaje que había hecho a Bayamo.

Entre anécdotas y lecturas de narrativa, el tiempo se me fue sin pensarlo, sin recordar ya que mi propósito para ese día, el último que estaría en Miami, era conocer a Coral Gables de una punta a la otra y de pronto, estaba conversando en privado con Lucy porque cuando le dije que era tu hermano, abrió los ojos de manera desmesurada. “Cómo es posible”, dijo admirada, “si acabo de leerme una novela suya que es excelente, la llevo de finalista para el premio Casa de las Américas”. Te aseguro que me llené de ternura, quería invitarla a cenar en el restaurante del Biltmore Hotel donde tenía planeado ir esa noche con el numeroso grupo de primos que pretendía despedirme con una comelata, pero me dijo que seguía viaje al día siguiente bien temprano hacia Nueva York y ya estaba agotada de tantas lecturas, conferencias de prensa y entrevistas.

NOTA BENE: ME ACABA DE LLAMAR MARI CRISTIN PARA QUE ATIENDA A UN HISPANO-AMERICANO INTERESADO EN ASOCIARSE CON NOSOTROS EN NUESTRA EMPRESA. AH, NO TE HABIA COMENTADO: YA A ESTAS ALTURAS MARI CRISTIN ES MI ASOCIADA EN LA EMPRESA, HEMOS INSCRIPTO EN HACIENDA NUESTRO NEGOCIO Y ELLA APORTARA PARTE DEL CAPITAL FINANCIERO PARA ENFRENTAR LOS PRIMEROS GASTOS. YA TE CONTARE. DISCULPAME POR DETENER ESTE CORREO AQUÍ. CUANDO ATIENDA AL VISITANTE LO SEGUIRE.

 

Sábado 23/Oct/2010

Hermanita: hoy en la tarde es que puedo seguir este correo, trataré de retomarlo como si no lo hubiera interrumpido. Luego de las conversaciones con Joaquin S. Bottle ayer que duraron más de 5 horas quedé por completo agotado y Mari Cristin y yo decidimos salir a cenar en un restaurancito muy recoleto que nos queda cerca de las oficinas de la Editorial, si, porque hoy te voy a confiar en qué consisten nuestros negocios y donde estamos viviendo. Pero por favor, mucha discreción.

Te cuento que estoy radicado en la Ciudad Condal. Con esto de la editorial que estamos organizando, Mari Cristin y yo nos hemos convertido en una sola persona dividida en dos partes, con esto te alerto que habrá algunos mensajes que cuando me falte tiempo te responderá ella, quien fungira a partir de ahora como mi asociada y secretaria, porque ya estamos organizando en un piso de Barcelona la oficina de lo que será dentro de unos días la sede de Ediciones Altuna-González del Rine, la que pienso organizar más con fines benéficos que comerciales aunque desde luego, lo del comercio tiene que marchar porque de lo contrario, si tengo perdidas estaré obligado a devolverle todo el dinero a papá y entonces sí que me vería obligado a enterrarme en las cajas de un supermercado no para demostrar que puedo vivir con mis hombros, sino para vivir con el peso de la vida.

Detalles sobre la editorial, en otro correo te lo cuento. Ahora me despido de ti con un beso de tu hermano que te quiere de veras, que nunca ha dejado de quererte.

Tony.

 

AH… CASI OLVIDABA COMENTARTE DOS ASUNTOS MAS, PUES MI TONO FAMILIAR QUIZAS PUEDA CONFUNDIRTE EN LO LITERARIO, DONDE SEGUIREMOS SIENDO ENEMIGOS HASTA QUE TU TE RINDAS Y COMPRENDAS QUE EL VERDADERO ESCRITOR DE LA FAMILIA SOY YO:

Sobre tu cuento “Marino y yo”: lealmente, debo admitir que has avanzado mucho en tu manera de escribir, ahora mas libre, mas suelta que cuando yo estaba alla y sobre todo, en aquella epoca del taller literario Rufino Salazar, cuando te incomodabas hasta patear el piso si te hacíamos señalamientos de buena voluntad, en el sentido de que tus cuentos no eran un solo asunto, sino novelones en miniatura. En el caso que hoy me ocupa, aunque en mi futura editorial no cabria ese tipo de obras que escribes con frecuencia para desahogar tus rabias pasajeras, debo admitir que en general se encuentra muy bien facturado, sin los deux-ex-machina que usabas en aquellos que escribias hace años, que te salian forzados y con un final nada coherente con la zona del nudo. Sin embargo, es lamentable que todavía persistas en tu estilo descuidado, poco elegante, por la premura de sacar adelante lo que aun debe estar dentro del horno de fabricar historias. Asi, expresiones como: “ganas de hacerse una puñeta”, “Putos mentirosos, ahora me cagaré en vuestras madres” y “esa putita desordenada” salen artificiales porque no forman parte del nivel de lenguaje del narrador elegido por ti, que es más tropical que europeizante; en el caso de “Dios me dijo noche que debía ir hasta sus pies” se pone de manifiesto tu eterno descuido al escribir: debia decir “anoche” en lugar de “noche”; y en el caso de “y fue idea de Titico, alias  el  profeta  había dicho que…” se ve que sigues sin dominar el nivel de expresión más elevado, pues debias haber escrito: “y fue idea de Titico, alias  el  profeta, quien  había dicho que…”. Como ves, te falta demasiado todavia para llegar al nivel de excelencia como escritora, que lastima, porque ya había convencido a mi amada Mari Cristin que fuera una obra tuya la segunda que se publicara en mi editorial.

Sobre el premio Casa de las Américas: perdona, ha sido una broma de mal gusto quizás, porque si no tienes tan mala memoria hoy que recibes este correo donde te ilusionará tal vez el que comienzo a ser de  nuevo un negociante próspero y creerás que voy a ayudarte algún día (lo que desde luego, cae dentro de mis planes como gemelo tuyo), recordarás que he sido dos veces finalista al premio Casa de las Américas, una con mi novela Entre el muerto y la rabia, y la otra con mi poemario Libaciones extremas. En el primer caso uno de los jurados, Atilio Estenoz, me dijo en tu presencia en el hotel Riviera cuando lo invitamos a cenar para sonsacarle información sobre el concurso, recuérdalo, que si yo hubiera sido nicaragüense o argentino no le hubieran cabido dudas de que ese año me habría alzado con el premio; y en el segundo caso, al jurado Nenito Escandiota no fue necesario pagarle ni un refresco siquiera: se desbocó a hablar sobre lo que tuvo que soportarle a uno de los jurados que llegó desde las Islas Tolubenses con un poemario plagado de lugares comunes y cuando se encontró con los restantes miembros exclamó: “¡Traigo el premio aquí en mi cartera de mano, y no hay modo de que acepte otra decisión!”. Lo que quiero decirte con todas estas monsergas es que tú jamás has tenido talento para ser finalista de ningún concurso internacional, te dije que Lucy Araújo había hablado cosas excelentes sobre ti porque conozco que te ilusiona ganar el concurso Casa de las Américas y que has puesto tus esperanzas en esa novela que enviaste, En el infinito ambivalente, título que por demás me parece horripilante. Quisiera que te desengañaras: ni eres finalista, ni vas a ganar el concurso.

PERDONAME POR NO HABER PODIDO MORDERME LOS DEDOS ANTES DE ESCRIBIRTE ESTAS DOS ÚLTIMAS OFENSAS, PERO NO QUIERO SER HIPÓCRITA CONTIGO.

Vale, Tony otra vez, ahora “Tony el cruel”.