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Fragmento de la novela EL MOMENTO DE LA VENGANZA


Autores:

Lucy Araújo (escritora cubana) y Andrés Casanova (escritor cubano)

 

 


Novela terminada. LIBROS CAFÉ CRIOLLO publicó la parte escrita por Andrés Casanova con el título CONFESIONES DE LARRY DÍAZ. Este fragmento fue escrito por Andrés Casanova y corresponde al capítulo 2 de esta última novela mencionada.

 

 

 

 

2

Durante la época de estudiante en la Escuela Secundaria Básica no tuve muchas noticias sobre los gemelos, quienes para este tiempo estudiaban en La Habana. Se decía en el pueblo que ya dejaban entrar al padre al país, que en Estados Unidos se había convertido en propietario de importantes negocios y pronto vendría a buscar a sus hijos. Pero no fueron más que comentarios sin fundamento alguno, bolas como se decía entonces en el lenguaje de la gente vulgar, porque la madre de los mellizos no quería saber de Fernando Altuna ni de su dinero y a los hijos los vimos en la ciudad durante las vacaciones. Ella aseguraba que ni muerta autorizaba a que el padre se los llevara con él, según le oí decir a una gente en la bodega cuando mamá me mandó a la bodega en busca del café que nos pertenecía por la libreta de abastecimientos.

Una noche me encontré con Tony en el parque nombrado Carlos Téllez Espinel en honor a uno de los generales de las guerras de independencia contra España nacido en nuestra provincia. Era un mes de las vacaciones escolares.

—Dice la gente que ustedes están viviendo en La Habana —hablé sin poder ocultar el tono de envidia.

—Viviendo la dulce vida —respondió vanidoso como siempre.

—Dicen que ustedes tienen una cantidad enorme de dinero.

—¡Claro, papá es millonario!

—¿Y por qué no se van para los Estados Unidos con él?

—¡No nos hace falta, aquí vivimos como reyes con la plata que él nos manda!

Sentí tanta rabia por lo que podría llamarse la autosuficiencia, altanería, malacrianza, apestosidad de Tony Altuna, que pretendí humillarlo.

—¿Y es verdad lo que dicen de Marina?

—¿Qué cosa?

—Qué vive con tres hombres a la vez —inventé al instante, sin medir las consecuencias de la calumnia.

Tony me miró con desprecio mientras crispaba los puños.

—¡Respétame!

—¡Eres un gusano, una escoria, un cobarde! —le respondí envalentonado; ahora yo tenía un cuerpo bien desarrollado mientras Tony Altuna no era más que un blanconazo de carnes débiles.

Un grupo de muchachos conocidos nos rodeaban, esperando el desenlace violento de aquella conversación; sin embargo, Tony se fue alejando como un ratón al que le echan agua caliente.

Ese año no pude ver a Marina; al pasar las semanas, entre sus paseos a la finca donde vivían los abuelos maternos en Manatí, mi viaje a Varadero con mis padres y que ella vino al pueblo pero no quiso encontrarse conmigo a pesar de habérselo pedido por medio de María Lluvia, una criada de la madre que vivía cerca de la casa de nosotros, los días de vacaciones se fueron presurosos o como dice un escritor de Puerto del Caribe llamado Andrés Casanova en una novela suya: “Raudos y altaneros cual palomas de abril”.

El caso fue que ese año me quedé sin ver a Marina y tuve que esperar al siguiente para mirar sus ojos color del cielo y del mar.