Amistad Funesta es la única novela escrita por José Martí, también publicada con el título de Lucía Jerez. Fue publicada por vez primera en 1885 en el periódico El Latino Americano, es considerada en la actualidad por la crítica literaria uno de los primeros ejemplos de novela modernista en Latinoamérica.
Quizás nunca hubiera sido publicada, de no haber sido porque Gonzalo de Quesada, amigo de Martí, la encontró en la oficina de redacción y administración del periódico Patria.
Amistad Funesta o Lucía Jerez es una trágica historia de amor ubicada en el contexto económico, político y social de América. Aunque en el texto no se explicita al lugar donde ocurren la acciones dramáticas, por las descripciones pudiera situarse en México, Guatemala o Cuba.
Ana, Adela, Lucía y Sol del Valle son los personajes femeninos principales. Lucía Jerez siente un apasionado amor por su primo. Las acciones se ralentizan durante gran cantidad de páginas por las descripciones del marco sociocultural donde transcurre la trama, lo cual permite deducir la conducta, los valores, la política y la sociedad en general de la época fabular que coincide con una época histórica concreta.

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NOTAS SOBRE Amistad Funesta o Lucía Jerez

1 En el año 1885 a petición de su amiga Adelaida Baralt, José Martí escribió esta novela, creada mientras él pasaba por un período crítico en su vida, por encontrarse alejado del proceso revolucionario por discrepancias con los jefes militares de la Guerra de los Diez años, Máximo Gómez y Antonio Maceo. Fue firmada por Martí con el seudónimo de Adelaida Ral.
2 Martí sitúa las acciones dramáticas a finales del siglo XIX. Con un lenguaje hermoso y estilo elevado, el autor incorpora parte de sus experiencias personales a la trama. Existen en la obra gran cantidad de descripciones y rodeos que provocan el alargamiento de la trama, pero que a la vez permiten conocer los criterios de Martí sobre la conducta humana, las artes, la educación, la sociedad, la política.
3 Los colores aparecen en la novela como parte importante de diferentes zonas de la narración, pero entre todos destacan el azul y el blanco. El primero de ellos como símbolo de ilusión, del amor apasionado, absorbente y contradictorio; en el caso del blanco, simboliza el amor profundo y puro, que eleva el espíritu.
4 Gonzalo de Quesada, amigo personal y albacea literario de Martí, en la introducción a la edición que hiciera de esta obra en 1911 se refiere a la escasa ganancia que obtuvo el autor en la primera edición de la novela: “A una miseria por palabra se pagó este trabajo, elevado de pensamiento, galano de estilo, con enseñanzas, como todo lo suyo, para sus compatriotas; con algo de su propia existencia”.

5 En el prólogo de la reedición del año 1911, Gonzalo expresa: «Ni sus versos, ni parte de su correspondencia, ni sus artículos de doctrina y de propaganda, ni sus pensamientos ni su biografía he olvidado; pero cumpliendo con lo principal que él nos enseñó —el servicio de Cuba— poco se ha podido terminar y solamente ha habido tiempo para este volumen (…)».
6 La obra fue engendrada en horas de la mayor penuria, en las que, no obstante, rechazando las tentaciones de la riqueza y sin otra guía que su conciencia ni otro consuelo que su inquebrantable fe en la Libertad, sus principios no capitularon.
7 Blanche Zacharie de Baralt refiere las razones que llevaron a Martí a escribir la novela (puede leerse el relato completo en el libro Yo conocí a Martí, con Selección y prólogo de Carmen Suárez León; Ediciones Capiro, 1998). Aquí lo expreso de manera resumida: «Me es grato poder echar un poco de luz sobre el misterio y decir cómo fue escrita esta Amistad funesta […] el director del periódico […] El Latino Americano […] se empeñó en que [Adelaida Baralt, hermana de mi marido] le escribiera una pequeña novela original. […] Adelaida, acordándose de Martí, íntimo amigo de la casa, que andaba siempre a caza de cualquier trabajo honroso que le proporcionase un decoroso pasar, le propuso que escribiera él el cuento, y si tenía reparo en firmarlo que lo enviara con un seudónimo».
8 Los elementos presentes que existen en la novela y que justifican su inclusión dentro del movimiento modernista son los siguientes:
a) El color:
“Las grandes flores blancas de la magnolia, plenamente abiertas en sus ramas de hojas delgadas y puntiagudas, no parecían, bajo aquel cielo claro y en el patio de aquella casa amable (…).[…] Eran hermosas de ver, en aquel domingo, en el cielo fulgente, la luz azul y por entre los corredores de columnas de mármol, la magnolia elegante, entre las ramas verdes, las grandes flores blancas y en sus mecedoras de mimbre, adornadas con lazos de cinta, aquellas tres amigas (…)”.
b) Luz, piedras preciosas, refulgencias y metales; ambiente cultural, exotismo, americanismo y París:
“Si cantaba, con una voz que se esparcía por los adentros del alma, como la luz de la mañana por los campos verdes, dejaba en el espíritu una grata intranquilidad (…).[…] con un vestido de sedilla color de ópalo, tranquila y resplandeciente como una estrella (…).[…] en todas partes por donde miraba le resplandecía, porque ella lo fijaba en todas partes con su voluntad y su mirada como los obreros de la fábrica de Eibar, en España, embuten los hilos de plata y de oro sobre la lámina negra del hierro esmerilado (…).[…] La conversación con las damas ha de ser de plata fina, y trabajada en filigrana leve, como la trabajan en Genova y en México (…).[…]
c) Ambiente cultural, exotismo, americanismo, París:
De unos tulipanes
de cristal trenzado, suspendidos en un ramo del techo por un tubo oculto
entre hojas de tulipán simuladas en bronce, caía sobre la mesa de ónix
la claridad anaranjada y suave de la lámpara de luz eléctrica
incandescente (…).[…] una esbelta columna de mármol negro sustentaba un
aéreo busto de la Mignon de Goethe, en mármol blanco, a cuyos pies, en
un gran vaso de porcelana de Tokio, de ramazones azules, Ana ponía
siempre mazos de jazmines y de lirios (…).[…] Conviene tener siempre
delante de los ojos, alrededor, ornando las paredes, animando los
rincones donde se refugia la sombra, objetos bellos, que la coloreen y
la disipen (…).[…] Adela ya había echado camino de París, quién sabe con
qué compañero, los deseos alegres (…).[…]

NOTAS SOBRE José Martí
Si bien son muy divulgadas en las biografías de José Martí su actuación política, las labores periodísticas, su papel protagónico durante la organización de la guerra contra el colonialismo español iniciada en Cuba el 24 de febrero de 1895, e incluso su quehacer como poeta y escritor en general, no resulta igualmente divulgada su quehacer como escritor de esta novela que ahora acapara la atención en las páginas de mis blogs literarios. Es por tal motivo que aquí me centro en algunos datos sobre Martí en relación con la construcción de su única novela, aunque sin obviar algunos testimonios pocos conocidos de algunas de sus amistades y personas que le conocieron de cerca.
1 Gonzalo de Quesada expresó sus consideraciones acerca del talento de Martí como novelista de la siguiente manera: “No sé que el Maestro, en otras ocasiones, cultivase este ramo literario; pero su traducción de Called Back, de Hugh Conway, por la cual una casa editora le concedió, como gran generosidad, cien pesos, luego con brillante vestidura y el nombre de Misterio vendida por millares, y la versión suya, que talmente parece un original, amorosa y admirable, de Ramona de Hellen Hunt Jackson, buscada en vano en las librerías, son prueba evidente de que a haber dispuesto de oportunidad y sosiego para ello, hubiera, también, triunfado en la Novela (…)».
2 Al encontrar la novela en las circunstancias explicadas con anterioridad, según Gonzalo de Quesada le preguntó a Martí: «¿Qué es esto Maestro?», a lo que respondió al amigo: «Nada; recuerdos de épocas de luchas y tristezas; pero guárdelas para otra ocasión. En este momento debemos solo pensar en la obra magna, la única digna; la de hacer la independencia».
3 Así escribe Miguel Tedín en el periódico La Nación de Buenos Aires, en su edición del primero de diciembre de 1909, cuando recuerda haber conocido a Martí a principios del año 1888 en Nueva York: «Encontrele en su despacho del consulado oriental en Front Street, una de las antiguas calles de la gran metrópoli y apenas llamé a la puerta se adelantó a recibirme diciéndome: ¿Es usted el señor Tedín? (un amigo común le había anticipado la visita), a la vez que me extendía ambas manos con tal efusión de franqueza y sinceridad, que ese apretón selló entre ambos una amistad que solo la muerte del gran ciudadano ha podido cortar».
4 Desde el punto de vista físico, así lo describe Tedín: «Era Martí de mediana estatura, cabellera negra y abundante que rodeaba una frente amplia y bombeada, ojos negros de mirada dulce y penetrante, tez blanca pálida, como son generalmente los cubanos, bigote negro y crespo y un óvalo perfecto redondeaba su fisonomía armoniosa y vivaz. En su cuerpo delgado predominaba el temperamento nervioso, que hacía rápidos todos sus movimientos y sus manos finas y alargadas revelaban al hombre culto consagrado a las tareas intelectuales. Llevaba como único adorno en uno de sus dedos un anillo de plata en el cual estaba grabada la palabra Cuba».

5 Según el decir de Román Vélez en Notas de Arte (Colombia), agosto 15 de 1910, conoció a Martí en Nueva York en el año de 1891, y en una oportunidad le expresó sobre Cuba; «Estoy desorientado y triste, pero con la mirada siempre fija en la cumbre inaccesible. (…) En mi tierra no hay más que dos hombres: Gómez y Maceo, y una bandera: yo. (…) A ellos los tienen como visionarios y a mí me consideran loco. Nos han dejado solos».
6 Dice de Martí Carlos A. Aldao: «Era Martí de pequeña estatura y enjuto de carnes; su rostro ovalado, con ese tinte casi cetrino característico de los que nacen en países tropicales; su frente, abombada y ancha, respondía a un notable desarrollo del cráneo, simétrico sin ser grande; cabello castaño, fino y un tanto ensortijado; bigote caído, no muy abundante, y mosca debajo de la boca, de labios delgados, guarnecida de dientes fuertes y separados. Lo más notable de su fisonomía eran los ojos: pardos, límpidos, grandes, notablemente apartados entre sí, que alejaban toda idea de falsedad o hipocresía, con reflejos simultáneos de bondad y fortaleza”.
7 José de Armas y Cárdenas (Justo de Lara) se refiere a las ideas del Apóstol de la Independencia: «José Martí estaba convencido —idea presente en casi todas sus obras— de que el amor es más fuerte que el odio. Dedicó su vida a combatir por la independencia de Cuba sin odiar a los españoles, y tratando, por otra parte, de unir a los cubanos”.
8 Así lo describe Enrique Collazo: “Era Martí pequeño de cuerpo delgado; tenía en su ser encarnado el movimiento; era vario y grande su talento, veía pronto y alcanzaba mucho su cerebro; fino por temperamento, luchador inteligente y tenaz que había viajado, mucho, conocía el mundo y los hombres; siendo excesivamente irascible y absolutista, dominaba siempre su carácter, convirtiéndose en un hombre amable, cariñoso, atento, dispuesto siempre a sufrir por los demás, apoyo del débil, maestro del ignorante, protector y padre generoso de los que sufrían; aristócrata por sus gustos, hábitos y costumbres, llevó su democracia hasta el límite (…)”.

BREVES FRAGMENTOS DE LA NOVELA
Los textos han sido tomados de la edición electrónica de elejendria.com, tomada de biblioteca hispánica de la BNE a su vez declarada como tomada de la edición de Gonzalo de Quesada, Berlín, 1911. Se ha respetado la ortografía del original.
Fragmento 1:
Una frondosa magnolia, podada por el jardinero de la casa con manos demasiado académicas, cubría aquel domingo por la mañana con su sombra á los familiares de la casa de Lucía Jerez. Las grandes flores blancas de la magnolia, plenamente abiertas en sus ramas de hojas delgadas y puntiagudas, no parecían, bajo aquel cielo claro y en el patio de aquella casa amable, las flores del árbol, sino las del día, ¡esas flores inmensas é inmaculadas, que se imaginan cuando se ama mucho! El alma humana tiene una gran necesidad de blancura. Desde que lo blanco se oscurece, la desdicha empieza. La práctica y conciencia de todas las virtudes, la posesión de las mejores cualidades, la arrogancia de los más nobles sacrificios, no bastan á consolar el alma de un solo extravío. (Capítulo 1)
Fragmento 2:
Las amigas cambiaban vivazmente sus impresiones de domingo. Venían de misa; de sonreír en el atrio de la catedral á sus parientes y conocidos; de pasear por las calles limpias, esmaltadas de sol, como flores desatadas sobre una bandeja de plata con dibujos de oro. Sus amigas, desde las ventanas de sus casas grandes y antiguas, las habían saludado al pasar. No había mancebo elegante en la ciudad que no estuviese aquel mediodía por las esquinas de la calle de la Victoria. La ciudad, en esas mañanas de domingo, parece una desposada. (…) (Capítulo 1)
Fragmento 3:
Como veinte años antes de la historia que vamos narrando, llegaron á la ciudad donde sucedió, un caballero de mediana edad y su esposa, nacidos ambos en España, de donde, en fuerza de cierta indómita condición del honrado don Manuel del Valle, que le hizo mal mirado de las gentes del poder como cabecilla y vocero de las ideas liberales, decidió al fin salir el señor don Manuel; no tanto porque no le bastase al Sustento su humilde mesa de abogado de provincia, cuanto porque siempre tenía, por moverse ó por estarse quedo, al guindilla, como llaman allá al policía, encima; y porque, á consecuencia de querer la libertad limpia y para buenos fines, se quedó con tan pocos amigos entre los mismos que parecían defenderla, y lo miraban como á un celador enojoso, que esto más le ayudó á determinar, de un golpe de cabeza, venir á «las Repúblicas de América», imaginando, que donde no había reina liviana, no habría gente oprimida, ni aquella trabilla de cortesanos perezosos y aduladores, que á don Manuel le parecían vergüenza rematada de su especie, y, por ser hombre él, como un pecado propio. (Capítulo 2)
Fragmento 4:
Tan casero era don Manuel, que apenas pasaba año sin que los discípulos tuviesen ocasión de celebrar, cuál con una gallina, cuál con un par de pichones, cuál con un pavo, la presencia de un nuevo ornamento vivo de la casa.
—Y ¿qué ha sido, don Manuel? ¿Algún Aristogitón que haya de librar á la patria del tirano?
—¡Calle usted, paisano, calle usted; un malakoff más! —Malakoff, llamaban entonces, por la torre famosa en la guerra de Crimea, á lo que en llano se ha llamado siempre miriñaque ó crinolina. (Capítulo 2)
Fragmento 5:
¿De qué ha de estar hablando toda la ciudad, sino de Sol del Valle? Era como la mañana que sigue al día en que se ha revelado un orador poderoso. Era como el amanecer de un drama nuevo. Era esa conmoción inevitable que, á pesar de su vulgaridad ingénita, experimentan los hombres cuando aparece súbitamente ante ellos alguna cualidad suprema. Después se coligan todos, en silencio primero, abiertamente luego, y dan sobre lo que admiraron. Se irritan de haber sido sorprendidos. Se encolerizan sordamente, por ver en otro la condición que no poseen. Y mientras más inteligencia tengan para comprender su importancia, más la abominan, y al infeliz que la alberga. Al principio, por no parecer envidiosos, hacen como que la acatan: y, como que es de fuertes no temer, ponen un empeño desmedido en alabar al mismo á quien envidian, pero poco á poco, y sin decirse nada, reunidos por el encono común, van agrupándose, cuchicheando, haciéndose revelaciones. Se ha exagerado. (…) (Capítulo 3)
Fragmento 6:
Keleffy, que discernía la suma de verdadero afecto mezclada en aquella fiesta de la curiosidad y sentía desde su llegada á América como si constantemente estuviesen encendidos en su alma dos grandes ojos negros; Keleffy á quien fué dulce no hallar casa, donde sus últimos dolores, vaciados en sus romanzas y nocturnos, no hubiesen encontrado manos tiernas y amigas, que se las devolvían á sus propios oídos como atenuados y en camino de consuelo, porque «en Europa se toca -decía Keleffy-, pero aquí se acaricia el piano»; Keleffy, que no notaba desacuerdo entre el casto modo con que quería él su magnífico arte, y aquella fiesta discreta y generosa, en que se sentía el concurso como penetrado de respeto, en la esfera inquieta y deleitosa de lo extraordinario; Keleffy, aunque de una manera apesarada y melancólica, y más de quien se aleja que de quien llega, tocó en el piano de madera negra, que bajo sus manos parecía á veces salterio, flauta á veces, y á veces órgano, algunas de sus delicadas composiciones, no aquellas en que se hubiera dicho que el mar subía en montes y caía roto en cristales, ó que braceaba un hombre con un toro, y le hendía el testuz, y le doblaba las piernas, y lo echaba por tierra, sino aquellas otras flexibles fantasías que, á tener color, hubieran sido pálidas, y á ser cosas visibles, hubiesen parecido un paisaje de crepúsculo. (Capítulo 3)

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Amistad Funesta (Lucía Jerez) de José Martí
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Amistad Funesta (Lucía Jerez) de José Martí
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