La vida me enseñó entre risas y milagros
que allá la eternidad es cual un ojo
carente de toda luz que irradia las tristezas.
Me preparé por tanto entre carencias y panes
en espera cada instante de renovar caricias
sabiendo el costo de cada sol radiante
de un aventón de invierno
un neumático roto
y hasta del cara o cruz de las victorias.
Fue así que quise un día negar que existieran cavernas
creyendo en el rastro azul del candelabro
e incluso recibir considerando merecerla
alguna que otra ola en las playas del recuerdo.
Entonces aprendí que debajo del cielo
la eternidad sólo es halo imposible
o cuando más esquina en dos mitades
que es como decir despojo del verano.
Entonces me obligué a disfrutar cada instante
sin aspavientos
sin exigir rincones o elevados estrados
incluso sin dolerme de mí al extraer mi agua
desde un pozo profundo por interminable.
19-XI-2023